Había finalizado la guerra, Alemania estaba en ruinas y sus
principales ciudades arrasadas por los bombardeos. Los hogares alemanes estaban
destruidos y las calles prácticamente cubiertas de escombros…
Había que reconstruir un país devastado por la guerra, sin
embargo, quince millones de alemanes varones habían caído en el frente o habían
sido hechos prisioneros. Las fábricas, junto a su maquinaria, fueron destruidas
en lo que fue una de las últimas órdenes de Adolf Hitler. Sólo quedaban mujeres,
niños y ancianos, por lo que los gobiernos de los países de la ocupación se
vieron en la obligación de tomar ciertas medidas si querían iniciar las tareas
de reconstrucción.
Se estima que el desastre producido por la guerra en Alemania era
de más de 400 millones de metros cúbicos de escombros. La tarea principal era
demoler todos los edificios dañados, con la salvedad de hacerlo con el más
mínimo cuidado, ya que era importante no dañar los ladrillos. Para dicha labor,
el Consejo de Control de Ocupación aprobó el 10 de julio de 1946 la Ley nº 32,
que establecía el trabajo obligatorio para todas aquellas mujeres que tuvieran
entre 15 y 50 años de edad para tareas de reconstrucción y recogida de
escombros.
Es así como nacieron las Trümmerfrauen, término que se empleó para todas aquellas mujeres que realizaron los trabajos
de remodelación del país. Separaban los ladrillos inservibles de los que
podían ser reutilizados, quitándolos cualquier resto que tuvieran de yeso o
cemento. Después de la tarea de sustracción y limpieza, los ladrillos eran colocados
en pilas de 200 piezas, para llevarlos a las reparaciones o a las nuevas
construcciones. Lo mismo ocurrió con las vigas, tuberías, estufas, fregaderos,
etc. todo era apilado y clasificado. Para la desempeñar dicha tarea, las
mujeres utilizaban sus propias manos, ayudándose cuando podían con palas, picos
o cualquier objeto de metal. Formaban largas filas que utilizaban como cadena
para transportar los escombros de un sitio a otro, mediante cubos y carretillas,
arrojándolos a los cráteres producidos por las bombas. Entre esos escombros era
normal encontrar algún cadáver, éste era desenterrado por las mujeres, que
luego tenían que darle sepultura en un lugar más propicio para ello.
Käthe Lindlar una Trümmerfrau de la ciudad
de Colonia narró de esta forma aquellas vivencias:
“Recuerdo que podías caminar prácticamente
en una masa de rocas tan alta como una primera planta de un edificio. A mí me desplegaron
al distrito de Ehrenfeld (Colonia) y tuve que retirar los escombros con una
pala que luego descargaba sobre pequeños carros durante todo el día”.
Las Trümmerfrauen recibían un salario de alrededor de 8 Marcos
Alemanes diarios, que comparado al trabajo que realizaban era escaso. También
recibían cartillas de racionamiento, que constaban de 400 gramos de grasa al
mes, 100 gramos de carne y medio kilo de pan al día. Si querían algo más tenían
que recurrir al mercado negro, aunque era muy raro que a alguna trabajadora le
sobrara algo con que negociar. A todo esto había que añadir el estrés que se
ocasionaba por la preocupación de sus esposos, padres e hijos que habían ido a
la guerra. Por las noticias que llegaban de los caídos, el hambre, el esfuerzo
físico realizado durante los trabajos de construcción y la alimentación de los
niños. Aquello fue una lucha diaria por la supervivencia.
Cuando los hombres que habían estado recluidos en las prisiones comenzaron
a volver a casa después de la guerra, se encontraron con unas ciudades en
proceso de reconstrucción. Las mujeres estaban realizando esa ardua tarea, a la
vez que cuidaban a sus hijos y del hogar. La imagen tradicional de la mujer que
habían visto durante el nazismo había desaparecido totalmente. Las mujeres
después de apoyar un régimen totalitario, de luchar contra él, de perder a sus
maridos en el frente, de ver como morían niños y ancianos, de ver como sus
hogares fueron destruidos, de ver cómo eran maltratadas físicamente y sexualmente
en la más absoluta miseria, después de todo eso…. tuvieron el valor y el coraje
necesarios para levantarse y volver a crear una nueva sociedad.
Louise Schroeder, del Partido Socialdemócrata de Alemania y que
luchó contra el nazismo, declaró el 30 de septiembre de 1949 cuando era
alcaldesa del Berlín Occidental:
“Nuestras mujeres han sido las que con sus
manos desnudas han liberado nuestras calles de peligros mortales y de
escombros. Y como mujer debo decir que aquí tenemos una verdadera obligación
moral, una obligación moral con las mujeres que aun con el pelo blanco
siguieron con la retirada de escombros, y que ahora de repente no tienen
trabajo porque ya no les podemos pagar”.
A partir de aquel año en todas las grandes ciudades alemanas empezaron
a reconocer la labor que estaban desempeñando esas mujeres, colocando placas
conmemorativas y monumentos en honor a las Trümmerfrauen. Aunque ya en
1946 un comandante de los aliados había encargado a los artistas Alfred
Goldhammer y Heinz Schwalbe que realizaran un símbolo de la reconstrucción. Para
ello utilizaron el motivo del oso, creando tres escudos en los que aparecía un
oso con un ladrillo, un oso con una pala y un oso con una viga. También
colocaron un roble joven frente a las ruinas de la plaza Belle Alliance.
A principios de 1950 las Trümmerfrauen desaparecen
gradualmente del paisaje urbano alemán. El trabajo fue entregado a
empresas constructoras que contaban ya con una potencial mano de obra masculina
y mejores herramientas.
Hoy en día, si paseamos por las plácidas calles de Berlín y vemos
un edificio en el cual se encuentra el escudo del oso en su fachada, eso quiere
decir que ese mismo edificio fue levantado por las Trümmerfrauen.
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